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MÁRTIRES DE LA IGLESIA DE CRISTO AYER Y HOY



Primera Parte: las persecuciones violentas contra la Iglesia
Por Gerardo Cartagena Crespo

Cristo ya nos previno que su obra (la Iglesia por él fundada) va a ser perseguida por las fuerzas del infierno que tratarán de destruirla, pero no lo lograrán (Mateo 16, 18).

Que la Iglesia será sacudida desde sus cimientos, pero a pesar de todo se mantendrá en pie y dando testimonio de su fe en Cristo (Lucas 22, 31).

Esto se viene cumpliendo desde los inicios de la Iglesia, cuando los judíos inician una persecución contra los seguidores de Cristo; y luego por parte del Imperio Romano hasta el 313, año en que la Iglesia alcanza la paz gracias al Edicto de Milán dado por el Emperador Constantino.

Durante estas persecuciones se dio juicio contra innumerables cristianos en los cuales, como en todo juicio, se escribieron unas actas del proceso de las cuales los cristianos lograron adquirir muchas, las cuales eran leídas con gran fervor y emoción y fortalecimiento de sus almas en sus reuniones de culto. Una de ellas, al igual que muchas más, que se ha conservado hasta nuestros días, es la siguiente.

Este proceso aconteció durante la persecución del Emperador Valeriano, la cual se desarrolló durante los años del 257 al 260. Veamos.

«Siendo emperadores Valeriano y Galieno, y Emiliano y Basso cónsules, el diecisiete de las calendas de febrero (el 16 de enero), un domingo, fueron detenidos Fructuoso, obispo, Augurio y Eulogio, diáconos.

El presidente Emiliano ordenó: "Que sean introducidos el obispo Fructuoso, Augurio y Eulogio".

Los oficiales contestaron: "Aquí están".

El presidente Emiliano dijo al obispo Fructuoso: "¿Te has enterado de lo que han mandado los emperadores?".

Fructuoso: "Ignoro lo que han mandado; en todo caso, yo soy cristiano".

Emiliano: "Han mandado que se adore a los dioses".

Fructuoso: "Yo adoro a un solo Dios, el que hizo el cielo y la tierra, el mar, y cuanto en ellos se contiene".

Emiliano: “¿No sabes que hay dioses?".

Fructuoso: "No lo sé".

Emiliano: "Pronto lo vas a saber". (...).

El presidente Emiliano preguntó al obispo Fructuoso "¿Eres tú obispo?".

Fructuoso: Lo soy.

Emiliano: "Pues, lo fuiste una vez." Y dio sentencia de que fueran quemados vivos.

Mientras el obispo Fructuoso y los diáconos eran acompañados al anfiteatro, el pueblo se compadecía del obispo, ya que lo amaban no sólo los hermanos, sino también los paganos. El era el modelo del obispo como, por inspiración del Espíritu Santo, lo describió el bienaventurado apóstol Pablo, vaso de elección y doctor de las naciones. De ahí que los hermanos, al saber que caminaba hacia una gloria tan grande, más que dolerse, se alegraron. (...).

Félix, camarada de milicia y hermano nuestro, se le acercó también, le tomó la mano derecha y le rogó que se acordara de él. El santo obispo, con clara voz que todos oyeron, le respondió:

"Es necesario que yo piense en la Iglesia Católica, extendida de oriente a occidente". (...).

Apenas las llamas quemaron los lazos, con que sus manos estaban atadas, ellos se acordaron de la oración divina y de su ordinaria costumbre; y, llenos de gozo, con las rodillas dobladas, seguros de la resurrección, puestos sobre la pira como un signo del trofeo del Señor, estuvieron suplicando al Señor hasta el momento en que juntos exhalaron sus almas».

--"Acta de los Mártires" Por: Contardo Miglioranza. Página 174ss--

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Después de estas persecuciones por parte del Imperio Romano, hubo un periodo, más o menos largo de paz hasta que comenzaron las invasiones bárbaras, las grandes herejías por otra parte, y el Islam que tiene sus orígenes con Mahoma, en el siglo VII.

Pero las persecuciones más violentas que se han desatado contra la Iglesia de Cristo en estos últimos siglos son la siguientes: «La persecución inglesa, desde el Acta de Supremacía en 1534 hasta la Ley de Emancipación en 1829; la persecución irlandesa desde 1603 hasta la emancipación en 1829; la persecución alemana desde 1800 hasta 1885, fomentada por la "Kulturkampf"; la persecución francesa desde la revolución hasta el siglo XX; la persecución rusa desde 1917 hasta nuestros días, que ha servido de modelo para las persecuciones en España (durante la guerra civil), Polonia, Hungría, Yugoslavia, Checoeslovaquia, Bulgaria, China, Cuba, etc.»

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De la persecución española, al igual que todas las demás, hay miles de testimonios de mártires que han sido torturados y matados a causa de su fe por los comunistas (los rojos). Esta guerra civil comenzó el 18 de julio de 1936 hasta el 1 de abril de 1939, con la denominación de España Nacional y la España Roja.

Durante esta guerra se calcula en unas 20 mil iglesias y capillas destruidas o totalmente saqueadas. Los sacerdotes asesinados unos 6 mil solamente del clero secular. Se les cazó como a perros, se les persiguió a través de los montes; fueron buscados con afán en todo escondrijo. Se les mató sin juicio. Más de 300 mil seglares asesinados de los cuales se calcula que el 90% fue por sus creencias religiosas.

Entre los testimonios que se pueden citar, tenemos para aquellos jóvenes que buscan a Cristo, y para que se estimulen con mayor fervor en el camino que han emprendido, ahí les va éste:

«Francisco Castelló Aleu. Joven catalán, por ser católico militante y miembro activo de Acción Católica, fue llevado a la cárcel de Lérida, donde hacía meditación diaria valiéndose de textos de San Pablo que recordaba de memoria. Al saber que se había dictado contra él la sentencia de muerte, se preparó para ella. He aquí el proceso del juicio:

Presidente: ¿Qué respondes a las pruebas que te acusan de fascista?

Castelló: Yo no soy fascista, ni he militado en partido alguno.

Fiscal: Tenemos pruebas. En tu domicilio y en el despacho, donde trabajabas hallamos libros y escritos que demuestran tu contacto con dos naciones fascista.

Castelló: En mi casa y en los laboratorios de la fábrica sólo habréis encontrado libros de estudio. Por mi condición de químico estudiaba el italiano y el alemán, pues son dos idiomas imprescindibles para tales ciencias. Y como no existen en Lérida profesores idóneos de estas asignaturas, para mayor facilidad tomaba las lecciones por radio. Las emisoras respectivas, como hacen otras inglesas y americanas, me enviaban folletos, No me movía otro afán que el de perfeccionarme en mi profesión.

Fiscal: En fin, terminemos: ¿eres católico?

Castelló: Sí, soy católico.

Estas palabras las pronunció con voz clara y concisa, sereno y con el rostro transfigurado. El fiscal pidió la pena de muerte, que Francisco escuchó con la sonrisa en los labios. Al decirle el presidente que podía defenderse, contestó: "No hace falta, ¿para qué? Si el ser católico es un delito, acepto muy a gusto el ser delincuente, pues la felicidad más grande que puede encontrar el hombre en este mundo es morir por Cristo. Y si mil vidas tuviera las daría sin dudar un momento por esta causa. Así que os agradezco la posibilidad que me ofrecéis para asegurar mi salvación."»

Para los sacerdotes, para que se animen con mayor fervor en su ministerio al servicio de las almas.

«Don Ricardo Pla Espí. Valenciano y canónigo de Toledo. Fue detenido por el "pelotón de la muerte" en Toledo el 28 de julio del 36, que irrumpen en su domicilio, preguntando por "el cura". Él, que estaba sentado junto a su padre, se levanta muy resuelto y contesta: "Yo soy", y como viese que dudaban, les dijo: "El sacerdote soy yo; éste es mi padre". Acordaron que pasara la noche con sus padres y al día siguiente volverían.

El 30 por la tarde llegó su hora. Preguntó a los milicianos: "¿Puedo despedirme de mis padres?", y le respondieron que no. Desde el umbral de la puerta dirige la mirada serena a sus padres diciéndoles: "Madre, ¿usted no me ha criado para el cielo?" Su madre contestó: "Sí, hijo mío." "Pues esta es la hora. No merecía yo tanto; Dios me premia con largueza al concederme la palma del martirio."

Su madre, viéndolo llevado a empujones por la horda, aún le dijo: "Hijo mío, mucho valor para sufrir, pero mucho amor para perdonar." Y en el lugar denominado "Paseo del Tránsito" cayó acribillado a tiros, por la espalda, no sin antes gritar fervorosamente: "¡Viva Cristo Rey!"

Otro caso de heroísmo y martirio es el del sacerdote de 33 años quien bruscamente y con malas palabras fue arrancado de los brazos de su madre y, a empujones, internado en la residencia del comité, en cuya oficina se reunió el pleno de los elementos revolucionarios, dirigidos por un agitador extranjero... Serían aproximadamente las nueve y media de la noche, cuando atado de pies y manos, le subieron en un auto guardado por cinco o seis desarmados, dándole escolta otro coche.

Entonces empezó el cruento martirio, por espacio de hora y media que duró el trayecto que separa el pueblo de Forés del de Solivella, amputándole la lengua y los miembros genitales, sacándole los ojos y fracturándole de un porrazo la clavícula izquierda; iba desangrándose poco a poco, de tal suerte que llego a este pueblo tan exhausto que permaneció sin conocimiento una media hora en la plaza Mayor. Puesta de nuevo en marcha la macabra comitiva, se encaminaron al cementerio, precipitándole por un terraplén como quien echa un fardo en la basura..., eran las once de la noche del 6 de septiembre de 1936.»

(Testimonios tomados de "Florilegio de Mártires". Por: B. Martín Sánchez).

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Así podría estar dando testimonios de jóvenes, mujeres, sacerdotes, religiosos y religiosas por miles quienes defendieron, incluso su virginidad y castidad de los cuales también hay muchos testimonios. Todos ellos perdonando a sus enemigos, abrasándoles en señal de perdón y gritando antes de morir: "Muero nada más que por ser católico... ¡Viva Cristo Rey!"

Desde el siglo XIX, después del periodo de emancipación nacional, no tardó en manifestarse en Hispanoamérica una ola intermitente de persecuciones religiosas tales como en Cuba, Chile, República Dominicana, Bolivia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Uruguay, Venezuela, Paraguay, Ecuador, Colombia, Argentina y Mexico.

Estos dos últimos países fueron los que más han sufrido en las persecuciones religiosas, o mejor dicho anticatólicas.

Hoy la Iglesia sigue siendo perseguida, se le calumnia, se le persigue de una u otra forma tanto exterior como interiormente por los que dentro de ella viven indiferentes, como paganos. ¿Cómo está tu fe?

Para los mártires son estas preciosas palabras de la Biblia: «Dios los ha probado, y los ha hallado dignos de sí. Los probó como el oro en el crisol, y le fueron aceptos como sacrificio de holocausto" (Santiago 3, 5-6).

Y estas otras: "Bienaventurado el hombre que soporta la prueba, porque una vez probado, recibirá la corona de la vida que Dios ha prometido a los que le aman" (Santiago 1, 12).

Y para terminar, aquellas del Divino Maestro: "Felices los que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el reino de los Cielos. Dichosos ustedes cuando por causa mía los maldigan, los persigan y les levanten toda clase de calumnias. Alégrense y muéstrense contentos, porque será grande la recompensa que recibirán en el Cielo" (Mateo 5, 10-12).

Vídeo: Mártires de los primeros siglos (documental)

También puedes utilizar esta otra vía:

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Segunda parte: otras formas de persecución contra la Iglesia

Ataques a la Iglesia / http://es.catholic.net
El cristianismo no puede dejar de anunciar el mensaje de Cristo, como el mismo Jesús de Nazaret no dejó de predicar el amor, la misericordia y la necesidad de vivir según los mandamientos y las bienaventuranzas.




Por: Fernando Pascual, LC | Fuente: Catholic.net 



La Iglesia ha sido perseguida de muchas maneras a lo largo de la historia. En los primeros siglos fue considerada como un grupo subversivo, una secta que ponía en peligro el orden social, enemiga del culto público y de los valores del imperio romano. Hubo incluso quienes inventaron calumnias y difamaciones para asustar a la gente; en ellas presentaban a los cristianos como pervertidos y criminales, capaces de todo tipo de atrocidades.

Cuando la Iglesia fue aceptada como fenómeno social, e incluso cuando empezó a colaborar en diversos modos con el estado, no por ello cesaron las persecuciones. Aquí y allá hubo gobernantes, reyes y emperadores, que buscaron controlar a la Iglesia y disminuir su influjo evangelizador. El conflicto se desarrolló de muchas maneras, sin excluir la violencia que llevó a la muerte a muchos cristianos ejemplares.
Con la edad moderna los ataques han tomado una virulencia mayor. Algunos presentaron a la Iglesia como enemiga del verdadero progreso del hombre, pues, decían, dominaba las conciencias e impedía la libertad de pensamiento. El Iluminismo, de modo especial, promovió una imagen de la Iglesia falseada. La veía como una sociedad intransigente, totalitaria, represiva y defensora de ideas que permitían situaciones de opresión de la gente inculta y poco preparada.
Se pensó luego que con la creación de estados liberales y democráticos se rompería esta situación, se difundiría la cultura, y, por lo tanto, la Iglesia perdería en poco tiempo su influjo social. Pero no todo fue pacífico; hubo grupos radicales dentro del liberalismo que atacaron directamente a obispos, sacerdotes y religiosos, y robaron a la Iglesia muchos monasterios y hospitales.

En la misma línea se movieron las ideologías totalitarias del siglo XX: comunismo, nacismo y fascismo. Controlar y denigrar a la Iglesia permitiría al partido o al dictador de turno dirigir la vida cultural de toda la sociedad, sin el freno que podría representar una Iglesia que influyese en las conciencias y que enseñase el respeto a principios éticos por encima de las imposiciones de quienes ejercían, despóticamente, el poder.

El actual mundo democrático ha reconocido un amplio espacio de acción a la Iglesia y a las personas que creen en religiones distintas, pero no faltan nuevos elementos y señales de conflicto. En concreto, cada vez son más frecuentes los ataques contra la Iglesia católica por parte de personas que dicen defender los valores de la ciencia y la tolerancia.

Queremos fijarnos un momento en algunos ataques que se repiten periódicamente en dos ámbitos muy concretos: la ciencia y la ética.

Iglesia e investigación científica

Algunas personas consideran que la Iglesia obstaculiza la investigación científica al defender, por ejemplo, que el embrión en un ser humano desde el inicio de su concepción. Con ideas como esta, dicen, la Iglesia comete una grave injerencia en un campo exclusivo de la actividad científica, un error como el que se hizo en el siglo XVII cuando se condenó a Galileo. La Iglesia frustraría, con su actitud contraria a la experimentación con embriones, la esperanza de millones de personas que algún día podrían ser curadas de enfermedades como la diabetes. Si «sobran» embriones, ¿por qué no usarlos para obtener células estaminales que ayudarían a curar tantas enfermedades humanas? La oposición moralista de la Iglesia sería, así, injustificada y opresiva.

Con este ataque (es sólo un botón de muestra) se busca impedir a la Iglesia una actividad que ha ejercido durante siglos: defender la dignidad y el valor de todo ser humano, desde su concepción hasta su muerte natural, también en todo lo que se refiere a la medicina y a la investigación científica.

Desde luego, no faltará quien diga que la Iglesia en otros tiempos no defendía tanto la dignidad humana, y recordará el tema de la Inquisición. Sin embargo, la Inquisición, con todos los errores que haya podido cometer, nunca condenaba a hombres simplemente por ser pequeños o grandes, por ser de una raza o de otra, por tener un defecto genético o por no tenerlo. La Inquisición juzgó, según un modo de pensar del pasado, sobre la peligrosidad de algunas conductas en la vida social.

Hoy, por ejemplo, existe una condena casi universal contra quienes esclavizan a los niños. En la Edad Media, de un modo parecido, la sociedad nutría (a veces de modo irracional y acrítico) un miedo hacia personas que podían ejercer la brujería o estar endemoniadas, o hacia los herejes. La Inquisición quiso intervenir en estos casos. Para estudiar lo que fue este tribunal hemos de colocarnos en la mentalidad en la que nació y trabajó, si bien esto no significa justificar los procedimientos que a veces fueron utilizados por los jueces, que eran por desgracia algo «normal» también en el ámbito civil.

La Iglesia defiende hoy a los embriones porque reconoce que son individuos humanos que merecen respeto y protección. El científico tiene ante sí muchos caminos para buscar terapias eficaces a las distintas enfermedades humanas. Sin embargo, no debería recorrer nunca aquellos caminos que impliquen destruir seres humanos, aunque se encuentren en estado embrionario. La voz de la Iglesia no puede callar ante quienes piden una hecatombe de embriones y fetos para el «progreso» de la ciencia.

Con esta actitud valiente, seguramente, conseguirá no pocos enemigos. Pero la Iglesia ha de ser fiel a sí misma. No dejará de defender la verdad como no calló ante la crueldad de algunos emperadores, las injusticias de algunos empresarios, la arbitrariedad inhumana de los dictadores del siglo XX. La Iglesia está llamada a defender los derechos humanos, también en el ámbito de la actividad científica. Al hacerlo, no ataca la libertad de la investigación, sino que defiende los parámetros que hacen posible el que cada investigador respete al máximo a los seres humanos sin injustas discriminaciones.

Iglesia y principios éticos

Un gran número de ataques procede de quienes ven los mandamientos y la enseñanza moral de la Iglesia como discriminatoria, como enemiga de la libertad humana. Habría personas buenas o malas según sus comportamientos. Enseñar, por ejemplo, que el adulterio es malo, que el uso de la sexualidad fuera del respeto debido al matrimonio es pecado, sería caer en una actitud de intolerancia que pondría, dicen, en grave peligro el respeto que merecen todas las personas y comportamientos, respeto sobre el que se construye la vida democrática.

Estas críticas caen en el error que denuncian. Unos dicen, por ejemplo, que la Iglesia es «homófoba» (condena los actos homosexuales) o «adulterófoba» o «drogófoba», y que quiere imponer una moral a toda la sociedad. De este modo, continúan estos críticos, la Iglesia dividiría el mundo entre buenos y malos...

Quienes afirman lo anterior también dividen el mundo entre buenos y malos, aunque quizá no son conscientes de ello: buenos son todos los que no condenan ciertos actos como pecaminosos, malos todos los que dicen que algunos actos son pecado. En otras palabras, reelaboran la idea de pecado en una nueva perspectiva, y establecen nuevas condenas y nuevas «fobias» para superar las que, según ellos, existen.

Sin embargo, la Iglesia distingue claramente entre lo que es un pecado y la persona del pecador. El hombre que comete un acto equivocado merece respeto. Está claro que algunos pecados (robos, asesinatos, violaciones) tienen una dimensión social, por lo que deben ser castigados y perseguidos como delitos por la autoridad. En cambio, en el ámbito de las acciones privadas, el pecador sigue siendo pecador, pero no debe por lo mismo ser perseguido o marginado.

Los que atacan a la Iglesia como «homófoba» quieren marginar, perseguir, denigrar a los católicos, en una actitud de intransigencia e intolerancia propia de planteamientos antidemocráticos casi superados en algunas culturas que son mucho más respetuosas del pluralismo. Podríamos decir que hay una auténtica «fobia» u odio contra toda presunta (muchas veces imaginada) «homofobia».

La Iglesia no puede callar: obedece a Cristo

El cristianismo no puede dejar de anunciar el mensaje de Cristo, como el mismo Jesús de Nazaret no dejó de predicar el amor, la misericordia y la necesidad de vivir según los mandamientos y las bienaventuranzas. Decir que el tráfico de mujeres, la esclavitud, el adulterio, el desenfreno sexual, el robo, la explotación, la usura, son pecados, no significa imponer una visión autoritaria ni denigrar a ningún ser humano.

Todos, incluso los más pecadores, pueden acercarse a Cristo, pueden pedir perdón por sus pecados. La justicia humana, como dijimos, castigará a quien ha provocado un gran desorden social, y no podrá permitir conductas o actitudes que dañen a otros. Pero no debe imponer ninguna religión a nadie, ni prohibir a la Iglesia ni a las demás religiones el que puedan enseñar, libremente, sus doctrinas.

Perseguir, denigrar, destruir textos cristianos que hablan de ciertos pecados es algo que muestra hasta qué nivel de intolerancia pueden llegar algunos que dicen defender la tolerancia y el respeto de la diversidad.

Sólo en el respeto de las personas, aunque tengan convicciones diversas, puede construirse un mundo realmente justo. La Iglesia seguirá luchando por esto, aunque muchos quieran quitarle la voz, la persigan o la condenan a la extinción.

La verdad no puede ser nunca encadenada (cf. 2Tim 2,9). Ni en nombre de una mal entendida investigación científica, ni en nombre de un criterio de tolerancia vaciado de su verdadero valor. La verdad será el mejor servicio al hombre (también cuando es un embrión pequeño y desamparado) y el mejor homenaje a su dignidad y a sus valores eternos.

Por eso la Iglesia tendrá siempre sus brazos abiertos para amar a todos, también a sus enemigos. Quizá algún día pueda acogerlos en casa y comer, con ellos, bajo la mirada de un Dios que sueña con ese banquete en el que todos nos amemos como hermanos.



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