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MILAGROS HOY. UN CADÁVER QUE NO MUERE

Por: Manuel Díaz Álvarez




Mar Charbel nació en 1828, en un pueblecito de las montañas del Líbano. Desde su más tierna infancia deseó hacerse monje y vivir apartado de las ciudades, de las máquinas y del dinero. Murió con fama de verdadera santidad en 1898. Pablo VI lo acaba de proclamar santo de la Iglesia Católica.

Desde el mismo instante de su muerte Charbel ha obrado grandes prodigios entre sus devotos. Uno de ellos benefició a la hermana María Abel, religiosa de los Sagrados Corazones. Ella misma nos narra lo acontecido.

"Entré en la Congregación de los Sagrados Corazones a la edad de dieciséis años, el 8 de septiembre de 1929. Y me sentí bien de salud hasta 1936. Pero a partir de este año comencé a sentir dolores de estómago y a no poder soportar ninguna comida. Los cuidados médicos no me aliviaron en nada, y durante siete meses sufrí de continuos vómitos.

Después de innumerables exámenes médicos y una operación que duró dos horas, se me descubrió una gran úlcera en el estómago. Además, el hígado, la vesícula biliar y los riñones tampoco funcionaban bien y presentaban varias adherencias.

A pesar de distintas operaciones mis sufrimientos aumentaron durante catorce años. En 1942, ya para entonces llevaba dos años en cama, aparecieron nuevos síntomas y se me paralizó la mano derecha... Se me cayeron los dientes y, creyéndome en estado de muerte, me administraron la Unción de los enfermos.

Yo oí hablar entonces de los milagros del P. Charbel y le rogué intercediera por mí. "Permítame, P. Charbel, que si me quiere curar, le pueda ver en sueños". Y, en efecto, aquella misma noche lo vi junto a mi lecho con los brazos extendidos ... Y me vi en una capillita, hincada, y al mismo Padre Charbel, que también se hincó y alzando los brazos me bendijo. Era un aviso del cielo. El 11 de julio de 1950 me transportaron en automóvil a la tumba del siervo de Dios. Me alzaron en la silla para que pudiera tocar la piedra. Pero apenas lo hice sentí como una sacudida eléctrica en mi columna.

Al día siguiente me bajaron al oratorio de la tumba donde oí tres misas. Entonces vi que el nombre del P. Charbel esculpido en la tumba estaba lleno de una especie de sudor de gotas de agua. Y haciendo un gran esfuerzo saqué mi pañuelo y me dije: "Las gotas de agua son un regalo que me hace el P. Charbel; me pararé, las secaré con mi pañuelo y frotaré con él las partes enfermas de mi cuerpo". Y así lo hice, sin pensarlo más; me paré y comencé a caminar como si estuviera sana. Y las campanas se pusieron a tocar para celebrar mi curación y agradecer a Dios y a su gran servidor.

Al abandonar la tumba me siguió mucha gente, estupefactos de mi curación y glorificando a Dios. Entre los presentes estaban cinco jesuitas de la Universidad de San José de Beirut.

Yo me sentí totalmente curada, presenté mi informe al Dr. Farhat, del Servicio de la Salud Pública y en la tarde fui a pie a la ermita del P. Charbel y allí pasé en oración la noche... Al levantarme oí decir a un musulmán a voz en grito: "Quiero hacerme cristiano", y un egipcio me dijo: "Usted me ha dado la fe. Vine para curarme de sordera y Dios me ha dado la luz espiritual".

Los médicos que venían tratando a la hermana habían declarado que su mal era incurable y que debía esperar la muerte de un momento a otro.

Charbel curó también a un sencillo herrero libanés, llamado Iskandar Oubeid. Había perdido por completo la vista de un ojo, debido a un rudo golpe. Todos los médicos le aconsejaron que se operase para poder así arrancarle el ojo enfermo y evitar la infección del sano. Alejandro se resignó a ver con un solo ojo y estuvo tuerto hasta el año 1950, unos trece años.

Sus amigos le aconsejaron visitar la tumba del P. Charbel. "Iré, respondía él, pero necesito antes un signo". Alejandro ora mucho y comulga todos los días. Una noche ve en sueños a un monje que le dice: "Vete al monasterio y allí sanaras." Va a visitar la tumba del P. Charbel, ora ante ella, pero es entonces cuando los dolores se le hacen insoportables. Alejandro los toma como el signo que le ha pedido a Charbel y ya no quiere más médicos que el monje.

Una noche se le presenta (en sueños) un monje que le pone unos polvos en los ojos, le dice que su ojo malo se le va a inflamar, pero que al fin curará. Despierta y pregunta a su mujer si su ojo se le ha inflamado. "Mucho, le responde ella". Pide entonces a su mujer que le traiga la estampa del P. Charbel, y tapando el ojo con el pañuelo, hace la señal de la cruz e intenta verla con el ojo inútil. "¡Ya veo!, exclama ¡Estoy curado!”

Al día siguiente varios médicos le revisaron, certificando la curación. Después de múltiples exámenes, declaran: "Iskandar, que hace trece años que no ve más que con un solo ojo, ve ya con los dos. El iris deteriorado que no permitía el paso de ningún rayo de luz está completamente normal".



Un milagro perenne

Pero el austero monje Charbel no sólo ha obrado prodigios en los demás. En su mismo cuerpo Dios ha depositado su gracia para exaltación de su grandeza y confirmación de la fe de los vacilantes.

Una vez celebrados los oficios fúnebres por el eterno descanso de su alma, el 24 de diciembre de 1898, su cadáver es puesto en la iglesia del monasterio sobre una mesa de madera. Durante la noche uno de los religiosos decide hacer una visita al Santísimo, como de costumbre. "De repente, una luz casi ciega sus ojos. Sale del Sagrario y parece acariciar el rostro del difunto Charbel, cuyos rasgos parecen cobrar vida. Sorprendido, despierta a1 superior, quien lo tranquiliza, diciéndole: "Está usted muy fatigado, hermano, y debiera haber dormido en vez de rezar. ¿No se quedó dormido y soñó? Y ahora vaya a tocar las campanas para el oficio de medianoche. Recuerde que estamos en el segundo día de Navidad.

El hermano sigue al pie de la letra la orden del superior, pero las campanas se niegan a tocar a gloria. Suenan lúgubres y lentas.

Charbel fue enterrado, como lo era cualquier monje, junto al muro de la Iglesia. Vestido de sacerdote es colocado sobre dos planchas de madera que cierran con una gran piedra o losa. Los campesinos ven muy pronto luces sobre la tumba del monje. Se lo advierten al superior, pero él, pensando que se trataba de alucinaciones les contesta: Esperemos. Si hay algo de cierto en todo esto Dios nos lo revelará con mayor claridad. Mientras tanto, cuando ustedes vean las luces avísennos.

Aquella misma noche los agricultores llamaron a toda prisa a los monjes: "Por favor, vengan rápido. La luz resplandece sobre la tumba de Charbel. ¡Es un milagro!".

Los religiosos se asombran ante el hecho. En efecto, una luz flota sobre la sepultura de Mar. "Charbel es un santo, dice a sus monjes el superior, convencido de que el suceso expresa la complacencia del Señor. Pero debemos guardar el cadáver del fanatismo de los fieles. Ha cundido su fama de milagroso y pueden profanar la tumba".

Los monjes pidieron permiso al patriarca de los maronitas y al superior general de la Orden para abrir la hornacina. Ninguno de los dos halló inconveniente en concedérselo.

Así es que los religiosos lo hicieron el 15 de abril de 1899, año y tres meses después de haber sido sepultado el cadáver. Para asombro de todos el cuerpo de Mar, cubierto de agua y lodo, permanecía intacto y flexible. Ni de su cabeza había caído un cabello ni un pelo de su barba.

"Las manos, confiesa uno de los testigos, estaban colocadas sobre el pecho, teniendo el crucifijo; el cuerpo tierno, fresco y ágil; sobre el rostro y las manos, un cierto moho blanco, como de fino algodón.

Cuando se le quitó este moho, el rostro y las manos aparecieron como los de un hombre dormido. Sangre roja mezclada con agua fluía de su costado".

Otro religioso afirmaba: "El cuerpo estaba flexible, elástico, transpirando sangre fresca, sin ninguna señal de corrupción, como si acabaran de enterrarlo".

Una vez preparado el cadáver, vestido con una sotana nueva, fue trasladado a un rincón del techo de la iglesia. Allí se podía subir por una escalera interior. De este modo, pensaban los religiosos, no tendrán lugar exaltaciones entre los campesinos.

Pero en el desván seguía sintiéndose un aroma extraño, aunque agradable, y no dejó de fluir el líquido rojo del cuerpo de Charbel.

Se exhumó de nuevo el cadáver. Incluso se dejó a la intemperie noches enteras para ver si el sudor se secaba. Pero todo fue en vano.

El ecónomo dio orden de que le extrajeran el estómago y las vísceras. Así lo hicieron. Al contemplar las vísceras el mismo ecónomo declaraba: "Parecían las de un ser vivo".

En 1901 el superior decidió colocar el cadáver en una urna de cristal y exponerlo a la veneración de los fieles. Mas, para evitar un culto indiscreto y no autorizado, lo volvieron a enterrar en la iglesia.

Allí permaneció hasta 1927. El líquido rojo seguía fluyendo y el aroma no se perdía.

El 24 de junio del año citado el cadáver es descubierto de nuevo.

Presenciaron la ceremonia algunos de los más eminentes médicos del Líbano. He aquí sus testimonios:

He examinado, en el monasterio de Annaya, el cuerpo del siervo de Dios, P. Charbel, y siempre he sentido un olor parecido al que emana naturalmente de los cuerpos vivos. He observado atentamente el cadáver y he notado que sus poros dan paso a un material semejante al sudor: cosa extraña e inexplicable según las leyes de la ciencia para un cuerpo tanto tiempo inanimado. He vuelto a hacer el mismo examen en épocas diferentes y el fenómeno ha sido siempre el mismo" (Dr. Elías el Onaissy).

El Dr. Chocralla examinó el cadáver más de treinta veces durante diecisiete años. Su testimonio es el siguiente: "Después de haber examinado en distintas ocasiones este cuerpo inanimado e intacto, siempre me he admirado de su estado de conservación y sobre todo del líquido rojizo que fluye de él. He consultado a muy buenos médicos del Líbano y aun de Europa, y ninguno me ha sabido explicar este fenómeno. Es un hecho tan singular que ningún médico ha visto algo parecido y que nunca la historia de la medicina ha reportado algo semejante. Y no dejo de indagar si un cuerpo ha sido alguna vez o en alguna parte conservado como este. He aquí, pues, mi opinión personal basada en el estudio y la experiencia: este cuerpo está conservado por un poder del todo sobrenatural".

Cuando se introdujo la causa de beatificación del P. Charbel, se desenterró de nuevo el cadáver, comprobándose que se encontraba tan flexible como el día de su sepultura. En 1950, con motivo del Año Santo, acudieron muchos fieles al monasterio. Con asombro pudieron ver cómo las paredes del sepulcro estaban mojadas. Se abrió la urna ante una comisión de médicos y en presencia del vicario general del patriarcado maronita. Seguía el misterioso líquido rojo empapando la urna y mojando las paredes. El cuerpo apareció de nuevo tan elástico como el primer día.

"Grandes muchedumbres, nos dice un biógrafo, comenzaron a llegar al monasterio. Se produjeron numerosas curaciones. Aun los no curados regresaban a su casa llenos de paz, espiritualmente fortalecidos. Las conversiones eran muy numerosas. Los sacerdotes no daban abasto a las confesiones y millares de hombres y mujeres se acercaban a la Eucaristía. En torno al cadáver, invisible y oculto en la tumba, se hacía Dios presente a su pueblo".

El fenómeno acaecido con el cuerpo de Mar Charbel no es único en la historia del cristianismo. El de Santa Clara de Asís, la joven aristócrata italiana, discípula de Francisco, se conserva también intacto, aunque no flexible y sudoroso como el de Charbel. E intacto se conserva el de San Lorenzo de Brindis en un pueblecito de España.

La historia nos ofrece datos sobre cuerpos momificados que se conservan perfectamente después de siglos. Pero para ello tuvo que ejercerse sobre todas las vísceras un tratamiento especial. La conservación no es en virtud de poderes sobrenaturales, sino de fenómenos científicos. Al cuerpo de Charbel no se le hizo tratamiento alguno y, sin embargo, se conserva perfectamente flexible, con el calor natural de un viviente y manando un líquido rojo que no cesa de fluir.

Como uno de los médicos que lo ha tratado últimamente podemos concluir diciendo que: "Dios confunde nuestros cálculos ofreciéndonos fenómenos que no se explican por la naturaleza humana. Sólo es preciso admitir, desde la fe, que son posibles para Él e imposibles para el hombre".

Para quienes deseen conocer más de este santo, ver Vídeos:

A. https://youtu.be/Lb4VpMlH4Dc

B. https://youtu.be/tKGhvXKJuwI

C. Milagro en Chile: https://youtu.be/SX13N0gKWWY

D. Milagro en Estados Unidos: http://es.aleteia.org/2016/04/03/mujer-ciega-desde-pequena-vuelve-a-ver/


Que san Charbel nos alcance de Jesucristo vivir cristianamente y morir en santidad.

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